FREDDY RINCÓN, POR SIEMPRE

 

 
 

Jorge Luis Pinto, Efraín Pachón y algunos de sus compañeros recuerdan los comienzos y la brillante carrera de uno de los mejores futbolistas colombianos de todos los tiempos.

A mediados de los años 80, Independiente Santa Fe atravesaba la peor crisis económica de su historia y Freddy Rincón se había probado sin éxito en varios clubes profesionales colombianos. Entonces el destino los unió.

Rafael, hermano de Efraín Pachón, presidente del club cardenal en esa época, viajaba constantemente a Buenaventura para legalizar la importación del acero que vendía en su almacén. Como futbolero, en sus ratos libres iba al estadio de ese municipio vallecaucano a ver partidos.

Allí descubrió a cinco jugadores, a quienes les siguió la pista y luego recomendó para Santa Fe: “Freddy Eusebio; Juan Reyes, un nueve; un muchacho de apellido Cuero, un 10 buenísimo, y dos más que no tuvieron suceso”, recuerdan los hermanos Pachón, quienes pagaron de su bolsillo el pase de los cinco futbolistas, porque el club albirrojo no tenía cómo comprarlos.

En Bogotá, ellos llegaron a vivir a la casa de doña Mariela Chavarro, en el barrio La Clarita, cerca de la residencia que tenía el equipo para sus jugadores juveniles, pero en la que no había cupo. Los directivos consiguieron colchones y los acomodaron lo mejor posible. Doña Chava, como le decían a su anfitriona, se encargaba de la alimentación y de que los muchachos estuvieran cómodos por una pequeña suma que le pagaba el club. Incluso les fiaba las galguerías en una tienda que tenía: A Freddy, Pony Malta y ponqué Ramo.

La buseta del club los recogía en la calle 80, y allí mismo los dejaba en las tardes, después de los entrenamientos en la sede del parque La Florida, construida por esos días con el apoyo del empresario italiano Atilio D’ Gregorio. Al comienzo Freddy se vinculó con el equipo de reservas y contó con la asesoría de Alfonso Sepúlveda, el gestor de la cantera cardenal, quien además le regaló unos guayos nuevos, pues los que traía ya estaban rotos.

“Él fue fundamental en mi proceso, me acogió con cariño y me ayudó a superar momentos difíciles, porque también fui discriminado. No fue fácil llegar a la ciudad y encajar en un club que le apostaba tanto a los jugadores de la casa”, contaba Rincón.

Eran días largos de trabajo y noches eternas de frío y soledad. De nostalgia por los recuerdos del mar, la playa y la familia, pero también de sueños e ilusiones. Con su primer sueldo se compró una chaqueta y un par de sacos en San Andresito de la 38, porque toda la ropa que tenía, lógico, era para tierra caliente.

“Yo lo había visto en un par de partidos porque tenía la costumbre de ir a ver al equipo de reservas. Era volante creativo, grande, pero muy fragilito. Le trabajamos mucho la parte muscular y cardíaca, fue una gran transformación. Ganó masa y un corazón muy fuerte, para que fuera dinámico, más agresivo en la cancha”, recuerda Jorge Luis Pinto, quien era el técnico del plantel profesional.

“Todo hay que decirlo. El profe se enamoró de su juego. Y comenzó a enseñarle los fundamentos tácticos y estratégicos, porque buena parte de la técnica ya la tenía”, explica Efraín Pachón, mientras Pinto agrega: “Tuvo una evolución marcadísima, que lo hizo muy versátil y pronto se ganó un puesto fijo en la titular. Debutó contra Júnior en un partido en Bogotá y jugó en todas las posiciones menos de arquero, pero no solo por su condición, sino por el conocimiento del juego. Asimilaba muchísimo, escuchaba. Nunca fue de hablar mucho, siempre fue parco, de dos o tres palabras, pero hablaba con sus actos y ponía atención, esa era la clave”.

Y Freddy admitía que sin la guía del entrenador santandereano, no habría llegado tan lejos: “Me daba duro, me exigía más que al resto. Terminaba el entrenamiento y hacía uno adicional. La carrera mía se la debo a él. Un día me braveó y me dijo ‘Señor Rincón, o deja la pereza, o se devuelve para Buenaventura’”.

De ahí en adelante, Freddy fue el primero en la fila y comenzó a encarar cada práctica, como si fuera la final del mundo.

Y en dos temporadas se convirtió en la figura cardenal con el número 14 en la espalda, en un jugador insustituible que, sin embargo, sería imposible de retener. Eso sí, gracias a él, Santa Fe logró sanearse económicamente y gracias a Santa Fe, Rincón llegó a ser profesional y ganar su primer título, la Copa Colombia de 1989.

La consolidación

“Nos lo pidió América, que gracias a la mediación del doctor Gabriel Ochoa Uribe y la gestión de Juan José Bellini nos había prestado muchos jugadores en esos años. Lo que hicimos fue canjear a Freddy por esa deuda que teníamos, que era muy grande”, cuenta Pachón, que lejos estaba de imaginar que su pupilo se convertiría en un crack de talla mundial.

En esos tiempos Rincón todavía no era el Coloso, sino apenas un jugador con talento y gran futuro. No dejaba de ser una apuesta, pero en Cali, bajo las órdenes del médico Ochoa, siguió evolucionando. “Allá cogió mucha jerarquía, se afianzó y tuvo mayor proyección internacional”, admite Pinto.

Fue así como se ganó un lugar en la selección de Colombia que había clasificado al Mundial de Italia 1990. Freddy no participó en la eliminatoria, pero estaba jugando tan bien, que Francisco Maturana no dudó en convocarlo y convertirlo rápidamente en el socio de Carlos Valderrama en la zona creativa, pero también en un apoyo para Leonel Álvarez y Gabriel Jaime Gómez, que eran los volantes de marca.

“Creo, sin temor a equivocarme, que es el jugador más completo en la historia de nuestro fútbol. Además, porque lo demostró en todo lado”, asegura Pinto.

Aunque pasó a la historia por el gol que le marcó a Alemania, en Italia Freddy demostró su clase en todos los partidos. Y como le pasó a Santa Fe antes, para América fue imposible retenerlo por mucho tiempo. Tras ser dos veces campeón de la liga local, Rincón se fue al Palmeiras de Brasil y pasó por Nápoles antes de recalar nada menos que en Real Madrid.

El exjugador y ahora técnico Alexis Mendoza sostiene que “Freddy fue quien nos mostró ante el mundo”. Y Faustino Asprilla, muy amigo suyo, advierte que “con Freddy Rincón pasó algo particular. Mientras todos los demás jugadores de esa generación tuvimos un reemplazo, él no. Sus condiciones eran muy especiales, jugaba bien donde lo pusieran, de marca o de ataque, algo que no es común, aunque debería ser lo ideal”.

Y en eso coincide Adolfo el Tren Valencia, quien llegó a Santa Fe cuando Freddy ya se iba, pero después lo tuvo como compañero de habitación en las concentraciones de la selección. “Desde joven ya parecía un veterano, porque siempre se la pasaba dándome consejos. Era muy inteligente en la cancha, todo lo hacía bien”.

Además era un deportista extremadamente competitivo, que complementaba su personalidad con la del Pibe Valderrama. Uno gritaba, apretaba, ordenaba constantemente. El otro ejecutaba, ponía ejemplo. Sus compañeros en la selección bromean y dicen que “escuchábamos a Carlos, pero le hacíamos caso al Morocho”.

“Y mire cómo forjó temple y carácter. Triunfó en Brasil, que no es fácil para un extranjero, se ganó el respeto en la tierra del fútbol, ese es un detalle que tiene mucho valor”, resalta Pinto.

Claro que en su carrera no todas fueron alegrías. En Madrid se sintió relegado y discriminado, por lo que no rindió. Tampoco lo había hecho en el Mundial de Estados Unidos 1994. “Siempre me tocó luchar contra eso, contra el racismo, en Colombia también, eso todavía es una realidad”, recalcaba.

Otro momento cumbre en su carrera fue cuando conquistó el primer Mundial de Clubes, en 2000, como capitán del Corinthians de Brasil. En pleno estadio Maracaná, tras la definición por penaltis ante el Vasco, recibió y levantó la copa. Después de retirarse, cuatro años después, dirigió sin éxito equipos juveniles y de segunda división.

“En 2019 lo traje como asistente técnico a Millonarios, porque considero que, de los que tuve, es el jugador con más mundo futbolístico y quería que les transmitiera su experiencia a los muchachos. Jugó tres mundiales, cuatro eliminatorias, cualquier cantidad de copas internacionales. Es ídolo en Brasil, pasó por Europa. Quería que les hablara, que les contara sus historias, que los pusiera a soñar”, agrega Jorge Luis Pinto.

Sus compañeros, amigos y rivales lo respetaban, no por lo que decía, sino por lo que hacía. “Entendió muy joven que el que entrena bien, juega bien. No le negaba una gota de sudor al trabajo. En realidad fue un orgullo haberlo dirigido y haber contribuido en algo a lo que fue como futbolista. Con el tiempo nos daremos cuenta de la dimensión que tuvo. Hay muchos que no responden y se quedan en promesas. Él aprovechó la oportunidad e hizo historia”, cierra con nostalgia Pinto, quien marcó toda la carrera de Freddy Rincón al lado de un balón y, como todos, aún no puede creer su trágica partida el miércoles pasado, como consecuencia de los traumatismos craneales que sufrió en un accidente automovilístico en Cali. Paz en su tumba, Coloso.


 
EURODATA SPORT